sábado, mayo 31, 2008

lichtenberg, sacándole jugo a la máquina de pensar


Me voy a permitir glosar una “opinión” de Lichtenberg, basándome en el libro “Aforismos, ocurrencias y opiniones”, publicado por la Editorial Valdemar y traducido por Jose Rafael Hernandez Arias.

1.- En 1797 murió durante el parto de su primogénito la condesa Handerberg. Tenía 20 años y era tenida por muy hermosa; su muerte desató un gran duelo. Extrajeron de su vientre al varoncito muerto y lo colocaron entre los brazos de su madre, y transportaron el ataúd hasta el camposanto en una destartalada carroza fúnebre, en medio de una espontánea procesión de antorchas. Antes de darles sepultura, se abrió la tapa para que se le pudiese dar el último adiós: la condesa había perdido su postura inicial, y se encontraba entonces en postura fetal, dando cobijo a su hijito contra su regazo.
Lichtenberg conocía bien a esa familia y recibió, como todos, la cruel impresión de ver una juventud tronchada.

2.- Una noche. Lichtenberg se soñó contando este suceso a dos personas que también lo conocían. Lo narró con calor y con compasión, pero llegó al final de su relato sin haber incluído el cuerpo del nonato en el retrato de lo que sucedió. Entonces, el tercer hombre incluyó el detalle “Sí, y el niño estaba a su lado, de tal y cual manera”. “Sí, continué yo algo enojado, y el niño se encontraba cabe ella en el ataúd”. Y se despertó.

3.- Lichtenberg se interroga: “¿Porqué, para contar aquello, escogí una fórmula en la que yo me olvidaba de un detalle; otro me la recordaba, produciéndome enojo y vergüenza? Si hubiese contado ese relato estando despierto, no habría olvidado un elemento tan conmovedor… ¿Qué pretendía contando así, con protagonista, testigo y antagonista algo de esta naturaleza?”
4.- Aporta una solución, dejando dicho que se le ocurren muchas, y que bien vale la pena seguir preguntándose por los significados de este lapsus. Dice que, a menudo, tras haber entregado a imprenta un trabajo, justo cuando ya no puede ponerse a remediar nada, sueña con imperfecciones de lo entregado y ve errores y carencias incluso garrafales. Se trataría en este aso sencillamente de una dramatización de esa dinámica suya de trabajar, entregar y advertir demasiado tarde fallos evitables y zonas mejorables. Lo llama “una reflexión dramatizada”.

5.- El sueño no iba pues de aquellos sucesos, largamente comentados y conocidos, sino de “ a ver si te vas enterando de que entregas tus resultados demasiado pronto y lo acabas pagando con enojo y sonrojo…”

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