sábado, octubre 11, 2008

Ni rêve ni rêveur

Partí pues caviloso, los pies amoratados

el ánimo abatido, transido de dolores

y así me dirigí a los rojos verdores

que pueblan las cañadas de pretéritos prados.


Luego me di la vuelta, renaciendo al viraje

que aunque no quise nunca, obtuve para mí;

y volví a verla allí, diciéndome que sí,

que quería adentrarse conmigo en el follaje.


La luz, la luz tan solo permanecía quieta

en aquel carrusel de lentas agonías.

No logré descifrar las azucenas frías

ni aflojar el cordel que ataba mi chaqueta.
Un sinfín de reflejos reflejaba el espejo
y todos reflejaban mi cintura de viejo.
(Jorge Luis Forges: "Ni sueño, ni nada." El tigre de los oros, Enecé Editores.)





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