martes, abril 28, 2009

Sonata de alvaro cunqueiro: Comer, navegar, fornicar.





. En el Año 1981 la editorial Tusquets publicó -en la Colección “Los 5 Sentidos”, que dirigía el pantagruélico Xavier Domingo, con aquel pelo y aquellas gafas que tenía...- “La Cocina Cristiana de Occidente”, un libro tan bueno, tan instructivo, tan entretenido, tan almacenador de lo mejor de la cultura... que hasta en la pasta que lo encuadernaba se nota (al deslizar una uña sobre la cubierta, chirría suave, da la impresión de ser de seda). En las solapas, con legítimo orgullo se dice que “Dos semanas antes de que Alvaro Cunqueiro nos abandonara para siempre recibimos el contrato firmado para la reedición de este libro, que había sido publicado en 1969 en ediciones Taber... Dificilmente encontrará el lector curioso más anécdotas entretenidas y lectura más amena y sugerente que esta y pocas veces un libro ha podido aunar tanta erudicción, tanto humor y tanto gozo”.

Obra cumbre, es decir: Non Plus Ultra. Una perla de la mítica Editorial Taber, incluída en la colección “Estética del Gusto”, que dirigía Joan Perucho. Mi ejemplar todavía luce la etiqueta de la librería: “Paradiso libros, Luis Power 18, tel 4474310, deusto, Bilbao: Distribuidora Les Punxes. Fecha, 9/7/81. Precio, 600 pesetas.”


Non Plus Ultra es eso: no se puede no ya pedir más, sino que ni siquiera dar más. Tusquets publicó al año siguiente “Fábulas y leyendas de la mar”, edición a cargo de Nestor Lujan, el número 74 de la colección Marginales. Y claro, no supera a “la cocina”, pero es algo estupendo.
(Nestor Luján escribió “El libro de los Vermouths, los Bitters y las Tapas” que le editó Martini Rossi (y yo no lo conservo!!) , y el antes citado y tercer mosquetero Joan Perucho, una “Historia del Café” que Nestlé le encargó y le publicó.
En esos encagos se aprecia sin prisas lo que es la maestría en el escribir... Eran los tres los mejores amigos del mundo y no solo se citaban; consta que Don Álvaro se fué en tren desde su Mondoñedo hasta Barcelona con un rodaballo enorme para que se lo cocinasen para aquella cuadrilla; y en aquellos tiempos, en aquellos trenes...
Dice don Nestor que Cunqueiro hizo en su mundo con su obra “como quien, en cabaña de monte nevado, conserva el tesoro del fuego”. En fin...
En fin: Luján se sabía tan bien a Cunqueiro que, pegando artículos aparecidos a lo largo de veinte años en revistas y pregones, hizo un libro de Cunqueiro que es talmente un libro de Cunqueiro. Hay en él más sonrisas, diría yo, y un áttimo menos de fatum, de destino que en "La Cocina". Pero si aquel es un bosque caduco reverdeciendo en primavera, este es un jardín en todo su esplendor. No hay papel de seda en la portada, pero es un libro útil e insustituible, como un buen misal.

En 1991 Tusquets da a la prensa una nueva obra con la firma de Don Álvaro: “La bella del dragón: De amores, sabores y fornicios, edición a cargo de César Antonio Molina, colección Marginales, número 117.” Otros 4 títulos han ido apareciendo entretanto, y este cierra la serie. Los artículos provienen de dos revistas de la época: Bazaar y Primera Plana. El tema, ya viene dicho en el subtítulo.
No es una obra cumbre, ni el milagroso collage hecho por el íntimo. Son artículos que traslucen... desgaste. Lo abrí ayer y ya enseguida me empecé a quejar y a entristecer -que son dos actividades a las que me entrego fácilmente al día de hoy-. Son artículos que repiten anécdotas, que repiten recursos; suenan a sabidos... Y, más que nada, parecen hechos para sobrevivir.

El tema carnal, el Rijo, la Lujuria, en manos de Cunqueiro, qué sé yo...Aquello que tan bien se le dió a Cela -que todavía provoca sonrojo en el adulto- es inexistente en Cunqueiro. Y no es que no haya frote y fornicio en él, que muy a menudo deja viñetas y frases pícaras, y los pechos de las mozas están pero que muy presentes y lozanos, y en las camas de sus gallegos se pasan noches y noches de invierno fornicando con toda seriedad; pero definitivamente no es su timbre.
Dice, menciona, pero, ¿y qué? Se ve que desde que comenzó contando la vida de San Gonzalo,
lo suyo es la vida toda entera y sin desmenuzar. El sexo está en sus personajes, claro, no menos que la perfumería, la ropa, la misma cocina. Es cordial, consensuado; sus diablos -sus muchisísimos diablos- fornican, claro que sí; y uno de los esqueletos que viajan con su Sochantre por Bretaña no pudo contenerse y desvirgó y mató a una de trece años -y por ello fué prontamente ajusticiado-; pero... Digamos que el título promete un libro “verde” y que no es en absoluto un libro “verde”.
Así que, si es un libro con un tema forzado, escrito cansadamente, ¿No vale nada?
Pues no, pues no: sí que vale. Y se sabe que vale cuando se lee a su debido tempo.
Se debe leer artículo por artículo: el ritmo adecuado es el de un artículo por semana. Así resulta que o que uno lee -lo que uno escucha mientras lee- es un viejo, experto músico interpretando distintas versiones de un mismo tema. Un minuetto, qué sé yo. Lo toca, calla, escucha el eco, y una semana después, vuelve y lo replantea, y aún una tercera vez, y si le parece bien una cuarta. Ya no tiene que demostrar nada; escribe como forma de entrenamiento, para no perder la destreza. Y, claro, quien le escucha, empieza a oir el deleite del tempo y de la melodía, y queda sumido en ella; a veces, lentamente, a veces, medio bailando. Así harían el viejo Bach, el viejo Pau Casals, cualquiera de aquellos viejos maestros, a solas, para un príncipe despistado que todavía no ha aprendido a escucharle...

Y, ¿qué tiene que ver todo esto con los sueños? Pues que ayer, al abrir este “La Bella del Dragón”, me contó a su manera don Álvaro que “en el Ciclo de Alrode” -que debe ser un Ciclo de literatura céltica, por lo que dicen- se cuenta de un mozo que soñó que mataba a su padre y podía huir luego con la más joven de sus mujeres -porque el Ciclo se compuso en el contexto de una cultura poligámica- , escondiéndose para el coito bajo un sombrero mágico.
Pasaron así la primera noche y, a la mañana, el mozo se puso en la cabeza el sombrero, con su amiga dentro, y cabalgó las sesenta leguas en las que el fantasma de los padres muertos por sus hijos pueden ejercer legítimamente su venganza; y ya pasada la invisible frontera, se sacó el sombrero, encontrándose con la sorpresa mayúscula de que ella había ya parido un niño.
Tras seis razones irrefutables que ella esgrimió, él quedó convencido de ser el padre.

Así soñó aquel mozo. Bueno, así pero con más detalle. Por ejemplo: lavó la sangre que había derramado en su padre con la su sangre propia, que se sacó del muslo derecho, porque bien sabía que solo la sangre limpia la sangre; y que su encuentro con la que iba a ser su amante se dió en el patio, a la luz de una hoguera, una fogata que el padre había mandado prender para con ella calentar el agua para que su joven esposa, la que aquella noche le apetecía tanto, se diese un baño y le llegase limpia y tibia... Pero era todo un sueño, y como todo sueño finalizó y el mozo se despertó.

Total que el muchacho se entusiasmó con aquel sueño y se decidió a convertirlo en realidad. Pero como el sueño incluía crimen, su propósito no fué bendecido: él está impuro, no encuentra el camin de la casa paterna, se pierde en la selva de Llinfair y allí, anocheciendo, se encuentra con una manada de lobos que lo devoran a él y a su caballo.
En las páginas 103 a 105 está todo lo demás. El quién hiciera aquel sombrero, y de qué color, y cuales fueron las seis razones que ella le dió, y a cómo se cotizaban en aquellas tierras inexistentes tan inmateriales tesoros... Suena tranquilo, preciso, emocionado: el bajo continuo del viejo maestro tocando a solas, escribiendo a solas...

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