jueves, octubre 15, 2009

La vida es sueño, sí, pero... ¿en Siberia también?


*.- En mi lejano, cálido y acogedor pais decimos de cuando en cuando: “La vida es sueño”.
¿Decis lo mismo aquí, Tatana?

+.- Aquí decimos “Vida y sueño son la misma cosa”. Que no es lo mismo, pero es igual. Voy a contarte algo importante que seguramente ignoras, forastero friolero y preguntón.
Conocí hace muchos años a un neurólogo de la universidad Estatal de Tchichinabo que participó en un episodio científico inédito. Con la aprobación del Consejo de Ancianos, grabaron la vida completa de un varón siberiano, desde el momento de su nacimiento.

*.- ¿Quieres decir que le grabaron todo el tiempo?

+.- Todo el tiempo, día y noche, la Primera Comunión y las borracheras semanales; y esa fué la Fase 1 del experimento.

*.- ¿ Todo el santo tiempo, como en "El show de Truman", aquella película en la que a Jim Carey le grababan día a día desde...

+- ¿Qué dice de que película de qué carey? ¡Deje de interrumpirme y escuche!. Cuando el sujeto cumplió 37 años, se puso en marcha la Fase 2: se proyectó el material íntegro de aquella vida en el lapso de 6 horas, por el procedimiento de acelerar la imagen hasta los 12.000 fotogramas por segundo. Comprobada la posibilidad técnica de tal cosa, se volvió a proyectar la película ante los ojos del propio sujeto. El resultado fué vomitivo, toda vez que el sujeto se mareó enormemente, pero también confesó que aquella proyección tenía una cualidad de algo reconocible. Él mismo dió las ideas que faltaban, hasta que los investgadores generaron un algoritmo que aceleraba y deceleraba el ritmo de la proyección de una manera aleatoria. En la segunda ocasión, aplicados los factores correctores, el resultado fué espectacular.

*.- ¿Qué ocurrió, Tatana?

+.- El sujeto lo contaba más tarde: “Ha sido lo mismo mismo que un sueño. De pronto me ví en una habitación, en la choza donde vivían mis padres, mirando una cama donde gritaba una niña, que reconocí como mi hermana. Pero ahora estaba en la residencia de Ulan Bator donde estudié para cura, y mi hermana era un amigo que salía corriendo, conmigo detrás. Llovía, y por el sendero venía una polvareda: el primer camión que vi. Sentí mucha angustia y me vi corriendo, corriendo, corriendo, y mi madre me decía: ¡es un niño, hijo mío, es un niño! Y... y pasasba un momento larquísimo mirando una hoja de papel, que parecía una factura y..."
Mi amigo el neurólogo me contó cómo una y otra vez el sujeto reconoció en aquella proyección de su vida los parámetros esenciales de sus sueños: Lo incomprensible, la ansiedad y el goce, la sorpresa, la repentina lentitud del tempo, las transiciones bruscas pero que parecen continuar siendo lo que antes fueron; la irrupción inexplicable de hijos, la muerte de amigos, los negocios que no llevan a ninguna parte, el brusco abandono, la identidad del sujeto a través de interminables transformaciones...
Así que sí, mi foráneo amigo. “Vida y sueño son la misma cosa”, decimos en Siberia, y añadimos: “solo difieren en la velocidad aparente a la que transcurren”.


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