viernes, diciembre 10, 2010

un caso espontáneo de trabajo figura/fondo

me contaron...

"La atmósfera misma de aquel larguísimo sueño era onírica". Puedo decir que refería un viaje, al que le cuadraría aquel título de "Jornada" que venía en los títulos de algunos relatos , como la Jornada de Omagua y Dorado, de Pedro de Ursúa... ese estilo. ¿Jornada por las murallas de Jericó, tal vez?
El viaje era por un inframundo. Infra, porque ocurría al fondo, en lo subterráneo. Allí me encuentro, y avanzando voy topándome con figura tras figura, presencia tras presencia, seres descabezados, fantasmones, guardianes, que coexisten conmigo entre espacios clausurados.
Durante la primera parte del sueño, los voy enfrentando; me los intento quitar de encima, y sucesivamente lo voy logrando, porque a pesar de su mole y su opaca resistencia no me inflingen heridas ni nada de eso; pero, dejada atrás una, otra deformidad toma el puesto y héme aquí de nuevo, estorbado en mi camino, agobiado en mi respiración.
En algún momento, capto que eso es un sueño y que se está poniendo pesadillesco, y me dedico a intentar despertarme. Hago esfuerzos, pero no puedo sacar la cabeza de allá abajo. Por fin, lo consigo, abro los ojos y en la enorme cama que ocupo veo los cuerpos desvestidos, pintados de un azul azulete de dos hombres: son los pintores, y me dicen que qué bien que me he despertado, que me veían agitarme dormido, pero que no me han querido despertar; y que a ver si me han sobresaltado o asustado. Les estoy diciendo que no cuando, como impulsándome en ese escalón intermedio, emerjo del sueño y me encuentro en mi cuarto. Tengo la respiración agitada.

Vuelvo a dormirme y caigo en retazos de los episodios anteriores -mi abuelo me corta el pelo con resultados catastróficos; la ciudad es una pena, construida sin alma por gentes sin escrúpulos, llena de solares yermos...- centros de atracciones, que entre sus instalaciones destruidas se muestran deshabitados... hay una especie de portal, que debió de llevar alguna vez a alguna especie de casa del terror... pongo un pié dentro de ella...
 e instantáneamente vuelvo al periplo anterior: subterráneos, galerías, presencias esquivas... Desciendo,  me hundo, bajo por una escalinata de piedras entre paredes derruidas, y al cabo doy en el hall en el que desemboca la escalera.
Miro hacia arriba y a dos pisos de distancia veo a alguien -tal vez conocido- agazapado, como escondiéndose... pero también veo que, por encima de él, un ser enjuto, pequeño, un gollum, un nativo de estos andurriales, le ha visto y se prepara para caer sobre él de un salto. Generosamente -es así- lanzo una piedra contra el íncubo, para llamar su atención sobre mí. Efectivamente, se sobresalta, me ve y me devuelve una pedrada, seguida por una lluvia de piedras, guijarros, polvo y peduscos, que me lanza sin parar. Para ver de terminar ese peligro, solo me queda enfrentarme a él cara a cara y a ver quién puede más, así que me lanzo escaleras arriba... y me despierto.


 "bueno..., ¡hay que irse levantando!", me estoy diciendo; pero capto el sueño en su conjunto, cono si hubiese echado una red en el momento oportuno, y espontáneamente me fijo en el episodio final del apedreamiento. Pongo, por así decirlo, el Pause, congelo la imagen y la paso ante mí fotograma por fotograma.
Y percibo que, tras lanzar yo mi piedra y recibir de vuelta un guijarro me digo para mí: "qué figura tan pobre de recursos! Solo me ha tirado una piedrecilla; está dos pisos por encima de mí, así que yo estoy en total desventaja; si fuese yo quien estuviese allí arriba, respondería sin dudarlo con todo lo que tuviese a mano, piedras, arena, pedruscos, ladrilos..."
El pensar eso me lleva... ¿cuanto tiempo? ¿Un segundo, segundo y medio? El caso es que según lo estoy pensando, concibiendo en mí, sin apenas tiempo para terminar de formulármelo, el adversario empieza a apedrearme sin cesar, a toda máquina.

Entonces, me fijo verdaderamente. No en mí, el viajero, sino en el canijo que me apedrea; y a través de él, en cada guardián que me he venido topando. Yo soy el inframundo y yo soy ellos.
 Llevo toda la noche defendiendo encarnizadamente la entrada al verdadero interior de ese pelma que se está paseando a su antojo y que me incordia, y me odia, y no me respeta; al que se le ha metido en la cabeza que quiere entrar y se siente con derecho a lograrlo por sus satos pelendengues; al que no quiero morder, ni hacer desaparecer, pero que estoy decidido a que me deje en paz!

Yo soy el protagonista ahora. Yo, que era apenas el fondo, la decoración  de la historia de un fisgón maleducado que se siente todo el tiempo el Verdadero y Único Protagonista.. Yo no le dejo entrar.  Yo defiendo mi interior.

Este sueño lo tuve al terminar un curso de -digamos-Crecimiento personal.
De ese curso había salido con la consigna de emplear ciertos esfuerzos en modificar determinadas conductas mías, conductas persistentes que, tras el proceso de autoanálisis, había llegado a considerar perniciosas para mí.
En ese curso había escuchado decir que el trabajo sobre uno Mismo ha de ser realizado No Solo sobre  áreas de uno mismo que uno mismo detesta, sino que también sobre  áreas de uno mismo que uno mismo favorece, prima y estima. Y esto porque así como hay muchas fobias precondicionadas, mecánicas, de igual manera y en igual número hay filias precondicionadas y mecánicas.

Pese a haberlo escuchado; pese a haber puesto lo mejor de mi atención en cada momento de ese curso, miré hacia otro lado y no me sentí aludido; y obvié el mirar hacia la parte que más seguridad -aparente, claro- me proporcionaba, y me propuse entrar a saco en lo que me disgustaba. Así, a pelo.
La reacción, hela aquí. Estructuras más internas dicen que ¡Nanay!.
Que ¡naranjas de la china! que no se abren a un zafio que entra con su sosa voluntad de arreglarlo todo para que quede mucho más mono.

Aquí va a hacer falta sentarnos a la mesa Yo y Yo y empezar una seria tanda de negociaciones.
La premura no me va a llevar más lejos.
Tampoco se trata de posponer mis intentos de cambio; al contrario. Seguir adelante sin considerar mis resistencias -mis reales, concretas, arcáicas, sólidas, invulnerables resistencias- es posponerlo todo. Sentarme a la mesa de negociaciones ahora, charlar, tomar el pulso y dejarme tomarlo; exponer mis planes y escuchar los de la parte contraria; anotar límites que he de respetar si quiero que la almeja se abra... eso, tan irritantemente lento, y solamente eso, es avanzar a todo gas.
¡Sirva de aviso!

No hay comentarios: